Vaya fin de semana

Por fin en casa, después de una largo fin de semana en el hospital.

Versión Oliver:

Este fin de semana no me ha gustado nada. No me han llevado al parque, ni de paseo por las calles, ni a la cafetería con las lamparas qué tanto me gustan.

Creo que es porque yo no me encontraba muy bien y a lo mejor por eso tambien, me han llevado a ese sitio donde toda la gente va vestida igual y donde me desnudan y me visten todo el rato.

Al principio me sentía muy malito, me dolía la tripa y no era capaz de dormir, por mas que lo intentaba. Además tenía mucha sed y no me apetecía nada jugar. Decidí llorar mucho para que supieran lo que me pasaba.

Pasado un tiempo, me empecé a encontrar mejor, y ya me apetecía jugar con ese juguete nuevo tan brillante que habían puesto encima mía. Hasta aprendí que hay cosas que, si las pulsas, suenan.

Todo empezó a ser divertido, aunque seguían pasando cosas raras: mamá andaba a saltos y usaba unos palos que se le caían todo el rato. Con papá me fui de excursión y exploramos sitios muy chulos.

Ahora ya estoy en casa de nuevo y muy contento porque mi dragon Eliott ha cuidado de mis otros juguetes.

Versión XXX (Adulta):

El viernes Oliver volvió de la guardería malito.

Allí le diero su leche de las doce y dos o tres horas después empezó a vomitar. Cuando su padre le trajo a casa Oliver tenía muy mala cara y cada vez que se le movía echaba otro poco.

Llame al médico de cabecera y me dijeron que era importante mantenerlo hidratado, así que le programamos la comida a 30 ml/h de manera continua (lo bueno de tener una bomba para alimentarle es que puedes controlar este tipo de cosas).

Todo parecía evolucionar bien, llevaba seis horas sin vomitar y había tomado bastante leche. Pero a las 22:30 llegó una gran diarrea con sangre roja y brillante.

Poco después estabamos en urgencias y nos decían que había que dejarle ingresado.

Al día siguiente, tuvimos más diarreas, con el añadido de que estas eran blancas. Para descartar alergia alimentaria, llamamos a la guardería y les preguntamos si cabía la posibilidad de que le hubieran dado otra leche por error, pues Oliver es alérgico a la proteina de la vaca y toma una fórmula especial a base de aminoácidos. Por supuesto, nos dijeron que no.

Se decidió dar a Oliver comida de forma continua y a muy baja velocidad, para mantenerle hidratado y minimizar el daño. Tambien pesabamos cada pañal y reponíamos lo perdido con suero.

Gracias a estas medidas, Oliver se fue estabilizando poco a poco. Volvió a hacer pipí, después de casi 20 horas sin hacerlo, y los dolores abdominales también fueron remitiendo. ¡Por fin pudo dormir tranquilo!

Tengo que decir, que durante la mañana del sábado estuvo algo preocupada, pues todo lo ocurrido me recordaba a lo acontecido justo un año atrás, cuando acabamos con Oliver en cuidados intensivos luchando por su vida. Pero al medio día, me di cuenta de que algo había cambiado y qué ibamos por buen camino, y así fué.

El domingo, a pesar de tener aun un par de diarreas, estas ya eran mas ‘normales’ y Oliver había recuperado su vitalidad.

Como siempre, Oliver dió lo mejor de si mismo y el lunes por la mañana, pudimos volver a casa.

En unos días tendremos los resultados de los cultivos realizados a las heces. Espero que averigüemos qué provocó las enterocolitis a Oliver para poder estar más preparados en el  futuro.

¡Y casí se me olvida! Para más inri, yo tengo un esguince de tobillo bastante reciente. El fin de semana en el hospital me ha supuesto un confinamiento forzoso en la habitación de Oliver y muchas dificultades, como os podréis imaginar. Ayer mi tobillo tenía tan mal aspecto y me dolía tanto, que un enfermero me acabó improvisando un vendaje.

Afortunadamente, hoy ya empieza a mejorar, como Súper Oliver.